Hoy…continuemos pues con los
temas de nuestro zulo, para así concluir y pasar a otros temas:
Otro problema que tuvimos…fue a la hora de las duchas, ¿Qué
por qué? Porque al ser todo eléctrico, si una se duchaba la otra tenía que
esperar una hora para ducharse, pero bueno eso más o menos se puede sobrellevar
bien.
Volviendo con el tema de la cocina, una de las primeras cosas
que pensamos fue dividirnos las baldas de la nevera para que cada una se
comprase lo que quisiera. Sin embargo, no pudimos hacerlo de esa forma, pues la
nevera era demasiado pequeña para poder guardar las cosas (con tres baldas, era
tipo minibar de un habitación de hotel). Además el congelador (que nosotras lo
utilizábamos bastante), era diminuto, como un mini hueco, en el que cabían no
más de dos cajas. Por lo tanto, tuvimos que cambiar el chip y administrar el
dinero y el espacio de la nevera de otra forma, optando por el bote y por
comprar comida en común para ambas. En este aspecto, no nos resultó complicado, nos amoldábamos a
los menús de cada una.
El piso en realidad estaría más enfocado a una sola persona,
pero para atender a la demanda, incluyeron camas como la mía (Ainhoa). Dormía
sobre un colchoncillo muy muy finito, y encima enfrente de la puerta. La verdad
que no invitaba mucho al sueño, y más sabiendo que podría entrar de una patada
cualquiera. Siempre me imaginaba a la hora de dormir que nuestra vecina la
loca, en medio de sus cánticos sirenos, venía con una motosierra y tiraba la
puerta abajo con una súper-patada. Mi mente es muy rara si si.
La calefacción se nos llegó a estropear, como puede
pasar normalmente. Al principio teníamos un radiador con ruedas, que más o
menos se apaña, por eso de la movilidad. Si tienes frío, te lo acercas. El
segundo que tuvimos nos lo atornillaron en la pared, y no estaba mal, calentaba
bastante. El invierno allí es frío de pelotas, y si no llevas calzado adecuado
para la nieve, como nos pasó a nosotras, os puede suceder como en la foto.
La limpieza pensamos que iba a ser un chollo… hasta
que se torcieron las cosas y tuvimos que meter mano con la brutta chichona. El fregar el suelo, pasar la aspiradora, fregar
los platos, etc., estaba en manos de unos trabajadores, así que era una de las
cosas de las que estábamos contentas (¡y quién no!). Sin embargo con el tiempo
notamos que el piso cada vez estaba más sucio, que no fregaban. Así que
decidimos entrar en acción, y bajar a hablar con la dicha bruta chichona. Entre otro de los personajes a destacar estaba esta
señora, que hacía la función de casera.
Nuestras exigencias eran un colchón digno para mi espalda y que nos
fregaran más a menudo. Nosotras antes de bajar fuimos pacientes, ya que
aquellos trabajadores se limpiaban todos los mini pisos, y claro, siempre hay
fallos y esas cosas. Pero se tiraron un mes entero sin limpiar, y claro, no
teníamos medios para hacerlo nosotras, pero gracias a que somos muy
observadoras encontramos el sitio donde guardaban la escoba y esas cosas, las tomábamos
prestadas, jejeje, y le pusimos remedio de inmediato. El tema se solucionó,
pero los trabajadores no nos volvieron a saludar.
El sofá, ¿se podía llamar sofá? Teníamos pues eso, uno, que
la verdad no lo utilizábamos, ya que era un amasijo de hierros con dos cojines,
total que nos sentábamos más en mi cama y en las escaleras, o en las sillas. No
tenemos foto, os podéis imaginar el motivo.
Los vecinos raros
incluían a esa mujer que anteriormente llamamos loca, y solo a ella porque
nadie más vivía allí, a excepción de M un profesor napolitano y L, que venía
también de Erasmus. En las plantas inferiores se encontraban los grandes pisos,
lo que nos dio pie a pensar que habitábamos en un trastero adecuado para vivir,
o donde vivía la servidumbre en épocas lejanas.
Después de todas las cosas que hemos comentado, y que seguro
que muchos de vosotr@s habéis tenido (y sabemos que peores incluso), hemos
decidido comentar la parte buena que tenía la casa, no vamos a ser tan malas:
- Vajilla completa.
- Buen baño, aunque con la ducha pequeña.
- La cama de arriba estaba bien, siempre y cuando no te dieses con la viga.
- Buen almacenaje, ya que teníamos un armario para cada una -uno con puerta de persiana-.
- Bar abajo, que fomenta conocer gente, y se comía muy bien, ahora los dueños son otros.
- En pleno centro de la ciudad.
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